domingo, 2 de mayo de 2010

Prólogo

Dentro de una semana cumplo cien años... o eso me ha dicho. Llevo postrado tanto tiempo en la misma cama que ya no se ni en que día vivo...

Lo que sí sé es que viene una mujer... siempre la misma mujer vestida con uniforme blanco y siempre con la misma cantinela...

- Buenos días Comandante la hora del desayuno... Comandante la hora de la medicación... Buenas tardes Comandante la hora de la comida... Comandante la hora de la medicación... Buenas noches comandante la hora de la Cena... Comandante la hora de la medicación...

La conversación se limita a estas frases, una leve sonrisa que he llegado a pensar muchas veces que es por pena... y nada más...

Tengo otros dos compañeros más... un pitido constante y repetido que no cesa y un siseo que se alterna con el pitido. Al principio parecía insoportable y creía que me iba a volver loco de un momento a otro. Pero no podía pedirle a nadie que apagara ese maldito aparato. No podía gritar que no podía vivir de esa manera insoportable... no podía mover mis brazos y arrancarme los pequeños tubitos cogidos siempre a mi nariz... pitido y siseo como si de parásitos se trataran... se quedaron conmigo...

Mi visión se reduce a una pared también blanca sin ninguna floritura con una televisión colgada en un extremo siempre apagada... bueno casi siempre... a veces la "simpática" chica de blanco me coge de la cabeza y me la gira hacía un lado, enciende el televisor y se puede decir que la veo... aunque no me entero de nada de lo que dicen... hace aún más tiempo que no se lo que pasa en el mundo ni me interesa...

Mi única visitante también hace otras tareas ahora que me acuerdo... a veces veo que aparece con una esponja, barreño con agua, jabón y me frota diferentes partes del cuerpo que ya no siento. Otras veces viene con una cuchilla de afeitar. En todo momento me mira como si fuera un mueble que tuviera que limpiar por obligación. Eso sí con esa sonrisa falsa que no para de decirme...

"Viejo carcamal estoy aquí porque no tengo otro trabajo... pero si no fuera por eso aquí te quedarías...."

Solo puedo mover levemente la boca para que me introduzca como un bebé la papilla mañana, tarde y noche... una papilla sin ningún sabor que cuando estoy harto cierro la boca lo que puedo para avisarle de que no quiero más. Ella no insiste. Incluso ha habido veces que he cerrado la boca sin razón y entonces ha recogido el plato y se ha ido después de tres cucharadas...

No puedo hablar, solo emitir unos sonidos guturales... unos extraños gorgojeos que recuerdan más a un animal que a un ser humano. Al principio me sorprendía a mi mismo cuando queriendo decir algo me oía solo. Llegado hasta este punto, he decidido ni intentarlo siquiera... para que? para darle más pena aún?

Esta es mi situación... Vivo en un infierno de color blanco. Cuento por segundos la liberación que no llega. Supongo que me lo tengo merecido por la vida que he tenido...

Puedo decir después de cien años que no sé ni de lejos que es la felicidad. Si alguna vez ha llamado a mi puerta, o no he querido, o estaba demasiado ocupado poniéndole a la puerta más cerraduras para que ni yo mismo fuera capaz de abrirla...

He vivido en conflicto constante. No solo por los conflictos que he podido ver y en los que he participado si no también en los míos propios que son peores aún ya que te siguen estés donde estés y hagas lo que hagas...

Es por eso que a sabiendas que nadie puede escribir lo que yo diga porque no puedo comunicarlo y no creo que a nadie interese, he decidido contarme a mi mismo la historia de mi vida. Supongo que para intentar encontrar algo que me haga ver de alguna manera que todo esto ha servido de algo y poder descansar si es que después de tanto tiempo llega ese día... a lo mejor he muerto ya y este es el infierno que me esperaba después de todo...

Esta es según mi punto de vista, la triste historia de mi vida...

Siguiente capítulo...

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