Capítulo anterior...
La adolescencia se fue abriendo paso con celeridad. No solo lo notaba en mi cuerpo. También lo note en mi manera de pensar. Impaciente, radical, orgullosa y segura de si misma...
Durante los años en los que estuve trabajando en la mansión, además del jardín, poco a poco fui reformando toda la casa. La mujer cada vez estaba más sorprendida de mi capacidad y se maravillaba de los resultados. Me enteré que después de la muerte de su marido no se había planteado hacer reformas. Prefería quedarse con todos los recuerdos para seguir sintiendo que aún estaba allí, con ella, aunque ya hacía mucho que murió. Pero con mi buen hacer y mi juventud todo cambió. Lo noté en su aspecto y en su actitud hacía la vida. Algo no difícil de ver por alguien que había pasado muchos más años que yo junto a ella...
Y entonces sucedió lo que tanto estaba ansiando en mi mente adolescente. Una noche, después de tanto esfuerzo y las manos encallecidas, escuché aquello que tanto deseaba después de más de cuatro años. Me acuerdo que estaba con la señora en su dormitorio. Los dos estirados en la cama. Y después de mirarme largo rato embobada como se había acostumbrado a hacer me dijo...
- Ya sabes que nunca tuve hijos... Y que no tengo familiares vivos...
Al ver que la expresión de mi rostro se puso seria continuó...
- Ya hace tiempo que me estoy planteando que heredes todo lo que tengo. En pocos años has hecho que me vuelva a ilusionar por vivir. Te considero como el hijo que nunca tuve. Ya soy una mujer lo suficiente mayor como para que no me queden muchos años de vida. Y cuando muera todo lo que ves morirá conmigo...
- No debería decir eso. Aún le quedan muchos años por vivir y disfrutar...
Con el tiempo mentir se me daba mejor que cultivar el huerto...
- Está decidido... hijo mío... He llamado a la persona que administra mi bienes para que venga mañana. Una vez firmados, cuando llegue el momento podré descansar en paz. Sé que con las capacidades que me has demostrado llegarás muy lejos y sabrás que hacer. Seguro que mi marido... que dios lo tenga en su gloria... si estuviera aquí con nosotros, diría lo mismo que estoy diciéndote yo ahora...
Cogiéndole lentamente de la mano le dije casi en susurros...
- No sé como puedo agradecerle todo lo que ha hecho y está haciendo por mí. No se arrepentirá en haber tomado esta decisión tan importante. Le aseguro que el nombre de su familia volverá a tener la importancia que tuvo antaño...
Con los ojos húmedos en lágrimas por la emoción, ella dijo...
- No tienes nada que agradecerme. Es lo mínimo que puedo hacer...
Justo en ese momento picaron a la puerta. Era el mayordomo que venía a dar la buenas noches a la señora. A esas alturas a mí me ignoraba completamente. Como si nunca hubiera aparecido en sus vidas. Pero no me afectaba nada en absoluto. De ignorancia sabía yo más que cualquier otro...
Me fui a dormir sin ser consciente de lo que la vieja me había dicho. Pero con el paso de los minutos el nerviosismo se adueñó de mi. Había conseguido mi objetivo. Había ganado no solo las batallas si no la guerra. Me sentía pletórico y poderoso. En pocos días iba a ser tan rico como para no tenerme que preocupar más ni de pobreza, ni de ignorancia, ni de temores...
Decidí que al día siguiente, aprovechando mi día libre, iría al pueblo y le diría a mi madre que ya no iba a volver más a esa casa donde pasé los peores momentos de mi corta vida. Y que no pensaba volver nunca. Estaba convencido que sería bueno tanto para mí como para ella. Nuestra obligada relación de parentesco, carente de afecto, se acabaría de manera tan ruda como lo fue desde el principio...
Muy pronto y sin haber pegado ojo, me cambié de ropa rápidamente y salí de la mansión antes de que amaneciera. Cogí el mismo sendero que solía andar infinidad de veces durante esos años, pero decidí desviarme por un recodo y subir por una colina que conocía muy bien y a la que me sentaba para descansar después de un duro día de trabajo físico agotador...
La cima de la colina quedaba entre la mansión y el pueblo. Me gustaba pasar el rato pensando en mis constantes estrategias para llegar donde lo había hecho. Era tan alta que veía los edificios pequeños y me daba la impresión que los podía coger con la mano. Me maravillaba la sensación de poder que tenía cuando los contemplaba tan diminutos...
A punto de cumplir quince años sentía que mi vida iba a cambiar definitivamente para mejor. En pocos años y si seguía así podría ser dueño de lo que quisiera, cuando quisiera y como quisiera. Con la herencia de la señora podría vivir a todo lujo y sin más preocupaciones. Pensaba vender todos los objetos que guardaba y que me molestaban. La gran mayoría. Y por supuesto deshacerme de los servicios del mayordomo dejándolo en la calle... a su suerte. Esas eran las dos primeras decisiones importantes que iba a tomar siendo un joven hombre rico. Todo lo demás en ese momento carecía de importancia. Tenía toda una vida por delante para saber que hacer...
Al llegar a la casa del pueblo me sorprendí por no encontrar a mi madre en casa. Ni tampoco al rabino que cada vez era más asiduo a estar allí. Sabía de su relación y ellos, aunque evitaban demostrarlo en mi presencia, también sabían que no era un secreto. Alguna vez antes de entrar, me asomaba por la ventana y los veía besarse a escondidas. Aunque esa imagen solo me daba nauseas, mis asuntos requerían de toda mi atención como para perder el tiempo y montar una escena que no cambiaría nada...
Me dirigí sin pensar al dormitorio "conyugal" y abrí el armario, confirmando mis sospechas. Los enamorados habían huido abandonándome como hizo mi padre con nosotros cuando comenzó la guerra...
Al salir de la habitación me fijé en una nota escrita por el judío explicando las razones del abandono encima de la mesa del comedor. Sabía de mi buena ventura con la vieja rica. Y esa como si fuera la mejor excusa que podría darme, fue la razón para que los dos, después de pensarlo durante mucho tiempo, decidieran comenzar una nueva vida lejos de un pueblo castigado por la guerra.
Me quedé sentado en la silla leyendo la nota una y otra vez sin dar crédito. Pero no hubieron lágrimas. Unas lágrimas que tenía olvidadas hace mucho. Parecía que los acontecimientos sucedían de la mejor manera posible. Sin tener que dar explicaciones los unos a los otros. En ese momento pensé que si nuestras vidas se separaban en ese momento para no volverse a encontrar poca importancia podía tener. Como la tuvo todos los años anteriores...
Salí de la casa dejándola tal y como estaba. Yo tampoco quería volver a saber nada más de ese pueblo. Una vez con la herencia incluso me planteé en vender la mansión para empezar también una nueva vida... cuando llegara el momento...
Volví a la mansión corriendo. Así era como quería huir, como lo habían hecho el rabino y mi madre. Volvía al hogar donde nunca debí salir. Pero cuando llegué a los grandes portones de la mansión la vida volvió a golpearme con insistencia, como estaba haciendo yo con la puerta...
Me abrió la puerta el mayordomo con cara seria. Y no tardó en decirme...
- La señora ha muerto esta mañana...
Me quede petrificado al oírle...
- Que? Pero como es posible!? Donde está!?
- En el salón...
Al llegar al salón la vi. Estaba más pálida de lo habitual y con los ojos muy abiertos. La escena me impactó y eso que estaba acostumbrado a ver muchos cadáveres. Le cogí de la mano como había hecho la noche anterior, inmóvil, sin saber reaccionar...
Al cabo de poco el calvo del bigotillo entró en el salón y con voz de burla exclamó...
- Tengo entendido que la señora pretendía que heredaras todo lo que tenía. Lo que me parece que no te comentó es que antes de que tú llegaras la herencia era para mi...
De espaldas a él, un escalofrío recorrió mi espalda. Me giré con los puños cerrados de rabia y grité todo lo que pude...
- La has matado tú?!!!
- Tú que crees... Iba a permitir que un niñato pueblerino de poca monta me quitara lo que había conseguido en tantos años de servicio?! Estaba esperando que muriera como tú, contaba los días que parecían eternos... y entonces apareciste. Al principio creí que te despacharía rápidamente como había hecho muchas veces. Sabía que eras un niño maloliente y andrajoso como los demás. Pero con el paso del tiempo te ganaste su confianza. Tanto como para que pensara lo que yo consideraba impensable. Fuiste tú el que me obligaste a envenenarla mientras desayunaba. La conversación que mantuvisteis ayer ya fue la gota que colmó el vaso...
No le dejé acabar de hablar. Mi cuerpo empezó a temblar sin control por la rabia. La bestia que habitaba en mi y que pensaba dormida resurgió. Solo sentía lo mal que lo había pasado hasta ese momento y como ese tipejo al que yo había creído un inútil había jugado conmigo. La rabia y el odio fueron tan intensos que corrí hacia él y lo tiré al suelo. Yo era más fuerte y ese mayordomo larguirucho no supo reaccionar. Estando en el suelo y con los puños cerrados empecé a golpearle una y otra vez. A mi mente acudían imágenes del claro del bosque con mi padre, cuando yo hecho un ovillo recibía los golpes del "generalucho" y no paraba hasta que creía que había tenido suficiente...
Me oí decirle al calvo entre gritos...
- Levántate!!! Levántate!!! Crees que en la guerra podrás sobrevivir si no te levantas!!!??
Le cogí del cuello y apreté lo más que pude. Sentí su pulso entre mis manos. Y como el pobre imbécil suplicaba clemencia. Al poco dejó de respirar... y cuando me dí cuenta me aparté tan rápido como me había lanzado a por él...
Sentía la respiración muy acelerada y dejé que pasara el tiempo para calmarme. Tenía las manos ensangrentadas sin ser mi propia sangre. Me había convertido en un monstruo como lo era mi padre...
Hubo un momento que no sabía donde me encontraba. Cuando me dí cuenta de lo que había hecho, salí corriendo de la mansión sin rumbo y corriendo, me perdí en la espesura. No entendía muy bien como podía haber pasado aquello. Como el destino quería que mi vida fuera tan funesta...
Esto es lo que siempre he intentado convencerme de lo que sucedió en aquel año. Creyéndome mi propia historia como si fuera verdad. Como siendo algo que podría olvidar teniendo en cuenta todo lo que sucedió después. No obstante, no me puedo engañar más a mi mismo. Lo contado durante esos días no fue exactamente así...
La adolescencia se fue abriendo paso con celeridad. No solo lo notaba en mi cuerpo. También lo note en mi manera de pensar. Impaciente, radical, orgullosa y segura de si misma...
Durante los años en los que estuve trabajando en la mansión, además del jardín, poco a poco fui reformando toda la casa. La mujer cada vez estaba más sorprendida de mi capacidad y se maravillaba de los resultados. Me enteré que después de la muerte de su marido no se había planteado hacer reformas. Prefería quedarse con todos los recuerdos para seguir sintiendo que aún estaba allí, con ella, aunque ya hacía mucho que murió. Pero con mi buen hacer y mi juventud todo cambió. Lo noté en su aspecto y en su actitud hacía la vida. Algo no difícil de ver por alguien que había pasado muchos más años que yo junto a ella...
Y entonces sucedió lo que tanto estaba ansiando en mi mente adolescente. Una noche, después de tanto esfuerzo y las manos encallecidas, escuché aquello que tanto deseaba después de más de cuatro años. Me acuerdo que estaba con la señora en su dormitorio. Los dos estirados en la cama. Y después de mirarme largo rato embobada como se había acostumbrado a hacer me dijo...
- Ya sabes que nunca tuve hijos... Y que no tengo familiares vivos...
Al ver que la expresión de mi rostro se puso seria continuó...
- Ya hace tiempo que me estoy planteando que heredes todo lo que tengo. En pocos años has hecho que me vuelva a ilusionar por vivir. Te considero como el hijo que nunca tuve. Ya soy una mujer lo suficiente mayor como para que no me queden muchos años de vida. Y cuando muera todo lo que ves morirá conmigo...
- No debería decir eso. Aún le quedan muchos años por vivir y disfrutar...
Con el tiempo mentir se me daba mejor que cultivar el huerto...
- Está decidido... hijo mío... He llamado a la persona que administra mi bienes para que venga mañana. Una vez firmados, cuando llegue el momento podré descansar en paz. Sé que con las capacidades que me has demostrado llegarás muy lejos y sabrás que hacer. Seguro que mi marido... que dios lo tenga en su gloria... si estuviera aquí con nosotros, diría lo mismo que estoy diciéndote yo ahora...
Cogiéndole lentamente de la mano le dije casi en susurros...
- No sé como puedo agradecerle todo lo que ha hecho y está haciendo por mí. No se arrepentirá en haber tomado esta decisión tan importante. Le aseguro que el nombre de su familia volverá a tener la importancia que tuvo antaño...
Con los ojos húmedos en lágrimas por la emoción, ella dijo...
- No tienes nada que agradecerme. Es lo mínimo que puedo hacer...
Justo en ese momento picaron a la puerta. Era el mayordomo que venía a dar la buenas noches a la señora. A esas alturas a mí me ignoraba completamente. Como si nunca hubiera aparecido en sus vidas. Pero no me afectaba nada en absoluto. De ignorancia sabía yo más que cualquier otro...
Me fui a dormir sin ser consciente de lo que la vieja me había dicho. Pero con el paso de los minutos el nerviosismo se adueñó de mi. Había conseguido mi objetivo. Había ganado no solo las batallas si no la guerra. Me sentía pletórico y poderoso. En pocos días iba a ser tan rico como para no tenerme que preocupar más ni de pobreza, ni de ignorancia, ni de temores...
Decidí que al día siguiente, aprovechando mi día libre, iría al pueblo y le diría a mi madre que ya no iba a volver más a esa casa donde pasé los peores momentos de mi corta vida. Y que no pensaba volver nunca. Estaba convencido que sería bueno tanto para mí como para ella. Nuestra obligada relación de parentesco, carente de afecto, se acabaría de manera tan ruda como lo fue desde el principio...
Muy pronto y sin haber pegado ojo, me cambié de ropa rápidamente y salí de la mansión antes de que amaneciera. Cogí el mismo sendero que solía andar infinidad de veces durante esos años, pero decidí desviarme por un recodo y subir por una colina que conocía muy bien y a la que me sentaba para descansar después de un duro día de trabajo físico agotador...
La cima de la colina quedaba entre la mansión y el pueblo. Me gustaba pasar el rato pensando en mis constantes estrategias para llegar donde lo había hecho. Era tan alta que veía los edificios pequeños y me daba la impresión que los podía coger con la mano. Me maravillaba la sensación de poder que tenía cuando los contemplaba tan diminutos...
A punto de cumplir quince años sentía que mi vida iba a cambiar definitivamente para mejor. En pocos años y si seguía así podría ser dueño de lo que quisiera, cuando quisiera y como quisiera. Con la herencia de la señora podría vivir a todo lujo y sin más preocupaciones. Pensaba vender todos los objetos que guardaba y que me molestaban. La gran mayoría. Y por supuesto deshacerme de los servicios del mayordomo dejándolo en la calle... a su suerte. Esas eran las dos primeras decisiones importantes que iba a tomar siendo un joven hombre rico. Todo lo demás en ese momento carecía de importancia. Tenía toda una vida por delante para saber que hacer...
Al llegar a la casa del pueblo me sorprendí por no encontrar a mi madre en casa. Ni tampoco al rabino que cada vez era más asiduo a estar allí. Sabía de su relación y ellos, aunque evitaban demostrarlo en mi presencia, también sabían que no era un secreto. Alguna vez antes de entrar, me asomaba por la ventana y los veía besarse a escondidas. Aunque esa imagen solo me daba nauseas, mis asuntos requerían de toda mi atención como para perder el tiempo y montar una escena que no cambiaría nada...
Me dirigí sin pensar al dormitorio "conyugal" y abrí el armario, confirmando mis sospechas. Los enamorados habían huido abandonándome como hizo mi padre con nosotros cuando comenzó la guerra...
Al salir de la habitación me fijé en una nota escrita por el judío explicando las razones del abandono encima de la mesa del comedor. Sabía de mi buena ventura con la vieja rica. Y esa como si fuera la mejor excusa que podría darme, fue la razón para que los dos, después de pensarlo durante mucho tiempo, decidieran comenzar una nueva vida lejos de un pueblo castigado por la guerra.
Me quedé sentado en la silla leyendo la nota una y otra vez sin dar crédito. Pero no hubieron lágrimas. Unas lágrimas que tenía olvidadas hace mucho. Parecía que los acontecimientos sucedían de la mejor manera posible. Sin tener que dar explicaciones los unos a los otros. En ese momento pensé que si nuestras vidas se separaban en ese momento para no volverse a encontrar poca importancia podía tener. Como la tuvo todos los años anteriores...
Salí de la casa dejándola tal y como estaba. Yo tampoco quería volver a saber nada más de ese pueblo. Una vez con la herencia incluso me planteé en vender la mansión para empezar también una nueva vida... cuando llegara el momento...
Volví a la mansión corriendo. Así era como quería huir, como lo habían hecho el rabino y mi madre. Volvía al hogar donde nunca debí salir. Pero cuando llegué a los grandes portones de la mansión la vida volvió a golpearme con insistencia, como estaba haciendo yo con la puerta...
Me abrió la puerta el mayordomo con cara seria. Y no tardó en decirme...
- La señora ha muerto esta mañana...
Me quede petrificado al oírle...
- Que? Pero como es posible!? Donde está!?
- En el salón...
Al llegar al salón la vi. Estaba más pálida de lo habitual y con los ojos muy abiertos. La escena me impactó y eso que estaba acostumbrado a ver muchos cadáveres. Le cogí de la mano como había hecho la noche anterior, inmóvil, sin saber reaccionar...
Al cabo de poco el calvo del bigotillo entró en el salón y con voz de burla exclamó...
- Tengo entendido que la señora pretendía que heredaras todo lo que tenía. Lo que me parece que no te comentó es que antes de que tú llegaras la herencia era para mi...
De espaldas a él, un escalofrío recorrió mi espalda. Me giré con los puños cerrados de rabia y grité todo lo que pude...
- La has matado tú?!!!
- Tú que crees... Iba a permitir que un niñato pueblerino de poca monta me quitara lo que había conseguido en tantos años de servicio?! Estaba esperando que muriera como tú, contaba los días que parecían eternos... y entonces apareciste. Al principio creí que te despacharía rápidamente como había hecho muchas veces. Sabía que eras un niño maloliente y andrajoso como los demás. Pero con el paso del tiempo te ganaste su confianza. Tanto como para que pensara lo que yo consideraba impensable. Fuiste tú el que me obligaste a envenenarla mientras desayunaba. La conversación que mantuvisteis ayer ya fue la gota que colmó el vaso...
No le dejé acabar de hablar. Mi cuerpo empezó a temblar sin control por la rabia. La bestia que habitaba en mi y que pensaba dormida resurgió. Solo sentía lo mal que lo había pasado hasta ese momento y como ese tipejo al que yo había creído un inútil había jugado conmigo. La rabia y el odio fueron tan intensos que corrí hacia él y lo tiré al suelo. Yo era más fuerte y ese mayordomo larguirucho no supo reaccionar. Estando en el suelo y con los puños cerrados empecé a golpearle una y otra vez. A mi mente acudían imágenes del claro del bosque con mi padre, cuando yo hecho un ovillo recibía los golpes del "generalucho" y no paraba hasta que creía que había tenido suficiente...
Me oí decirle al calvo entre gritos...
- Levántate!!! Levántate!!! Crees que en la guerra podrás sobrevivir si no te levantas!!!??
Le cogí del cuello y apreté lo más que pude. Sentí su pulso entre mis manos. Y como el pobre imbécil suplicaba clemencia. Al poco dejó de respirar... y cuando me dí cuenta me aparté tan rápido como me había lanzado a por él...
Sentía la respiración muy acelerada y dejé que pasara el tiempo para calmarme. Tenía las manos ensangrentadas sin ser mi propia sangre. Me había convertido en un monstruo como lo era mi padre...
Hubo un momento que no sabía donde me encontraba. Cuando me dí cuenta de lo que había hecho, salí corriendo de la mansión sin rumbo y corriendo, me perdí en la espesura. No entendía muy bien como podía haber pasado aquello. Como el destino quería que mi vida fuera tan funesta...
Esto es lo que siempre he intentado convencerme de lo que sucedió en aquel año. Creyéndome mi propia historia como si fuera verdad. Como siendo algo que podría olvidar teniendo en cuenta todo lo que sucedió después. No obstante, no me puedo engañar más a mi mismo. Lo contado durante esos días no fue exactamente así...
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